20190504

LOS RITMOS SECRETOS (1931)



El dolor discreto
¡No quisiste oírme!...
Las palabras trémulas,
están suspendidas de los labios míos.

Mi ansiedad, mi angustia,
lo que no te he dicho,
me amargan la boca
como un turbio vino,
como un turbio vino,
que de negra cueva,
para envenenarme
trajo cautamente oculto enemigo.

No quisiste oírme…
El dolor, furtivo,
andará de puntas
también,
y ya nunca lanzará su grito.

Será silencioso huésped de mi casa…
Cuando las visitas
todas se hayan ido,
morderá mis carnes,
turbará mi sueño,
y en vano quisiera huir su castigo.

Pero en cambio,
siempre será inofensivo
para tu sosiego
y para tu olvido…

Puesto que eres sordo,
Se habrá vuelto mudo
mi dolor,
y nunca lanzará su grito.

¿No quisiste oírme?...
Duermes, pues, tranquilo,
mi dolor camina
con suaves pisadas
como un gran felino.




Todavía
Todavía te aguarda mi fervor infecundo,
con una fe imprecisa que se prende a mi ser,
aun sabiendo que todas las veredas del mundo
no han de bastar, amante, para hacerte volver.

Se agudizan mis ojos, desgarrando la sombra
que pudiera ocultarte un minuto de mi afán,
y los vientos me fingen tu canción, que me nombra,
y las hojas, el ruido que tus pasos no harán.

Mil augurios me mienten tu retorno imposible,
y distienden mis nervios en ciega espectación,
mientras el ritmo viejo de tu nombre indecible,
late amorosamente, dentro del corazón.

Todavía te aguarda mi fervor infecundo,
desmesurado y loco… Amante… ¿volverás?...
¿En cuál de los caminos o veredas del mundo
Podrá alcanzarte el grito de mi anhelo tenaz?




El círculo
Presa en implacable círculo de hierro,
busco en vano tu alma
dentro de tu cuerpo.

Bajo tus miradas, de luces ficticias,
ártico silencio
hiela mi ternura, mis áureos mirajes,
todos mis ensueños.

¿De qué raza inmune al calor de Eros
desciendes?
¿Por qué extraña fuerza
se anima tu cuerpo,
sin pasión ni angustia,
sin dolor ni anhelo?

Brotan de tus labios, en locos raudales,
palabras desnudas,
que yo no comprendo;
sonidos exangües,
sin un pensamiento…
Nunca un dulce canto,
nunca un bello verso,
¡nunca una palabra que pide el deseo!

Ídolo sin nombre, de suntuoso templo,
desoyes mis voces
y apagas mi fuego.

¿Por qué, pues te quiero,
Buda o monolito,
y hacia ti mis manos
implorantes tiendo?...
¿Es que basta acaso,
para someterme, la fuerza inconsciente
de que vives pleno?

¿O qué, ya obedezco
cual brújula ciega, el roce imantado,
torpe, de tu beso?

No podré saberlo,
porque sigo presa dentro de un fantástico
círculo de hierro,
donde mi alma busca el alma extranjera,
¡que nunca ha existido
dentro de tu cuerpo!




Pregunta
¿Para qué esta fatiga
que me agobia,
y vivir… y vivir, frente a un destino,
que niega a mi solar la rubia espiga
y el prodigio en promesa, de las flores de lino?

Si jamás he de ver mi troje llena,
¿para qué la faena,
siempre igual e infructífera,
bajo el viento y la lluvia,
o en medio de la siesta soporífera?

¿Para qué la ternura, que se desborda a veces
de mí?
¿Para qué hacer un verso,
en el silencio terso,
o regar mi canción,
si volarán los días y correrán los meses,
sin que nadie recoja mi furtiva emoción?




Geografía
Me acomete, de pronto, un afán errabundo
de cruzar los caminos y los mares del mundo.

El Oriente dorado, la dispersa Oceanía,
y otros rumbos inéditos para la Geografía.

Navegar, al acaso, en un viaje de amnesia,
con escalas en China, Ceylán y Polinesia.

Tal vez Ceylán, me diera en una pesquería,
otra perla más rara que mi melancolía.

Y la China, joyante de mitos y dragones,
me volviera el secreto de las ensoñaciones.

tal vez en las islas primitivas y hurañas,
desharía mi vida sus inquietas marañas.

Después de haber traspuesto la línea ecuatorial,
que hipotéticamente es la del bien y el mal.

Me acomete, de pronto, un afán errabundo,
De cruzar los caminos y los mares del mundo.




Arrójame  ¡Oh, Destino!
Arrójame ¡Oh, Destino! en una playa ignota,
que borre de mis ojos la enfermiza visión
del paterno horizonte, que mi existencia embota,
cual si fuera la celda de tediosa prisión.

Lánzame al mar, que barre con bárbara potencia,
la pueril esperanza y el mezquino dolor,
para que azote el flanco de mi fiel indolencia,
que anula en mis sentidos la emoción y el fervor.

¡Qué el huracán me bese con su hálito monstruoso,
como un amante nuevo, que no habré de olvidar,
y arrancando las anclas de mi viejo reposo,
me empuje hasta los rumbos donde impera el azar.

Arrójame ¡Oh, Destino! y en esa playa ignota,
desnuda ya de harapos y civilización,
ante vírgenes tierras, que ningún hombre explota,
recibiré el bautismo de la renovación.




Revelación
Un erotismo ciego, impaciente y amargo,
cabalgó en el silencio impreciso del mal,
y azotó con espasmos el absurdo letargo,
desatando en el templo furiosa bacanal.

Afrodita, desnuda bajo el palio de sombra,
lanzó su agudo grito oráculo sensual
y el sátiro inquietante del instinto, en la alfombra
de las vírgenes horas, poseyó a la vestal.

La vida, esposa núbil del cantar de los dioses,
desgarró al fin sus velos, sin rituales ni unción,
por trocar en profanos sus hieráticos goces.

Mientras en el hastío de su esterilidad,
los pálidos eunucos de la renunciación,
cataban vinos rojos de voluptuosidad.




Reproche
I
¡Ironía! —Dices que tú me desprecias,
porque ya —consciente—
huyes a las turbas de vírgenes necias.



Desdeña el presente;
Recuerda que antaño, igual que si fuera
mullida litera,
me tendí amorosa y ávida en la estancia.
larga de tu espera.

Fui virgen prudente de bíblica boda…
Destilé en mis ánforas, por ti, en la distancia,

mis ensueños óleos llenos de fragancia
y cubierta toda
de frágiles telas,

engarcé en mis manos arañas gemelas
núbiles caricias, fingiendo sortijas,
para que brillaran luego
bajo el fuego
de tus ojos, lámparas en luces prolijas.

Por ti, hasta las hebras de mi cabellera,
fueron seda viva a los pensamientos
que tejí en las horas
de nupcial espera.

II
Y por largas noches, aguardé el mensaje
propicio, en los vientos
de voces sonoras,
e incontables veces hicieron su viaje
a mi obscura cámara, lívidas auroras.


No volviste nunca… ¿Lo recuerdas? Nunca…
Geométricamente,
mi vida de entonces la dejaste trunca.


Nada extraño tiene que ahora insumisa
sacuda mi frente
de polvo y ceniza,

que pues vivo y siento tan sólo hacia fuera
como mi pasado, mutile las hebras de mi cabellera,
y limpie mis labios, con banal sonrisa,
del rictus doliente
que marcó la angustia, con mano precisa.

III
Ya ves, cómo en busca de locas amnesias,

yo virgen prudente
voy entre los coros de vírgenes necias.




Antípodas
Somos dos extranjeros —Nuestro idioma, diverso,
nos hace inexpugnables uno al otro,
y en tanto que yo voy enjoyando mi emoción con un verso,
se desboca tu instinto, como arábigo potro.



Somos dos extranjeros Desde rumbos lejanos
y antagónicos, ambos, por un raro capricho,
coincidimos un punto y estrechamente las manos,
aunque ajenas, las almas nada se hubieran dicho.


Y tú me amas acaso yo te amo a mi modo,
mas nunca alcanzaremos perfecta aleación…

Te esclaviza el deseo gran fetiche de lodo
y yo vivo posesa de una alucinación.


Somos seres antípodas El reverso y anverso
de esta humana medalla que lo absurdo troquela,
y aunque a veces te finges a mi rito converso,
ni siquiera percibes mi caricia, que vuela.

Y en vano descendiera la políglota ciencia
como lenguas de fuego o cual rayo mirífico,
hallarás en mi ensueño incurable demencia,
y yo veré tu alma igual que un jeroglífico.




A Flou
Se hace borrosa mi silueta
bajo la luz crepuscular…
Mi vida —loca veleta—
ha dejado de girar.



El viento variable profeta
acalló su pronosticar,
y el silencio, con ala quieta,
apagó mi inquietud de amar.

He aprendido muchas cosas,
que inútiles o insidiosas,
ahora pretendo olvidar.

Mientras mi fe, como sarcasmo,
el capullo de su marasmo
pugna en vano por desgarrar.




A modo de telón
Desnudez del ensueño que alucinó mis ojos
con visiones fantásticas de luz artificial,
en que locas falenas violan círculos rojos
de innombrables pasiones y cavernas del mal.

Excitantes amores, sonrisas bambalinas
y seres que se agitan en estéril ficción…
¡Todo eso que admiraron mis ingenuas retinas
una noche, está inmóvil, sin color ni emoción!

En su gran cueva insomne ha guardado el silencio
las risas de la vida, el brillo incidental
de los múltiples focos, en tanto que presencio
cómo en mí la fatiga es gesto inmemorial.

Miro decoraciones sobre un foro ya frío;
personajes borrosos, con menguada expresión…
¡Y por huir al tedio de mi teatro vacío,
he bajado los párpado, a modo de telón!


No hay comentarios.: